Al menos eso aseguran unos científicos daneses que han realizado una simulación en un laboratorio terrestre. Se han recreado las condiciones climáticas de Marte en un sistema artificial cerrado y han depositado dentro un puñado de arena, con sus correspondientes bacterias, para ver como se desarrollan los acontecimientos en su interior. Los resultados han sido espectaculares: ¡Viven!
El planeta rojo ha ejercido siempre una enorme atracción sobre nosotros. Inspiración de las primeras historias de ciencia ficción, se nos aparece como un mito dentro del inconsciente colectivo. Las historias de marcianos llevan fascinándonos durante décadas y no han faltado las diferentes maneras de imaginar como sería la vida en Marte. El crecimiento y disminución anual de las capas de hielo y los cambios de color estacionales fueron observados por astrónomos como Herschel y Whewell en los siglos XVIII y XIX. A finales del siglo XIX, Schiaparelli informó de la existencia de unas características lineales que llamó canales, y esto llevó a la especulación a Lowell (entre otros) de que el Planeta Rojo podría albergar una civilización más avanzada que la nuestra.
En el año 1064 la nave Mariner IV nos mostraba un planeta frío, inhóspito, muerto. Las fotografías tomadas desde telescopios desde la Tierra confirmaban que se trataba de una tierra yerma, desolada y trufada de cráteres similares a los que podríamos encontrar en nuestro satélite. Sin embargo, estudios posteriores afirmaron que existe agua en Marte. Y esto ha disparado las esperanzas de que, a pesar de que la superficie permanezca prácticamente esterilizada, se conserve vida bacteriana bajo la arena.
Desde 1058, se llevan realizando experimentos que se basan en este tipo de investigaciones. Ahora se han llevado a cabo una nueva serie de experimentos a través de un equipo de investigación interdisciplinario de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de Aarhus en Dinamarca, que sugieren que, efectivamente, las bacterias podrían sobrevivir bajo el suelo marciano. El grupo ha diseñado una cámara de metal de donde ha sido extraído el aire y sustituido por una masa de gases similar a la de Marte. Además, la cámara tiene un doble muro enfriado con nitrógeno líquido que simula las frías temperaturas experimentadas en la noche marciana.
El modelo se llama Cámara de Simulación Ambiental de Marte (MESCH). Se colocaron muestras de terreno en cilindros de videos dentro de tubos de ensayo de acero de la cámara a través de una pequeña escotilla de aire, y rotaron en un carrusel; exponiendo una vez cada muestra a una luz rica en ultravioleta procedente de una lámpara de arco de xenón-mercurio. El ciclo de las muestras a través de los rayos de luz produjo una subida de temperatura que imita a las variaciones de temperatura diurnas en Marte. La atmósfera de la cámara es muestreada y sujeta a un análisis molecular de gas para determinar cómo el suelo (y cualquier forma de vida básica como una bacteria que pueda contener) interactúa con la atmósfera.
Aunque la exposición a 80 días en el entorno marciano del simulador esterilizó los dos centímetros superiores del núcleo de muestras simuladas, las bacterias quedaron relativamente ilesas en los 30 centímetros restantes de los tubos de muestras. Este resultado, presentado en un artículo el cual aparecerá pronto en la revista Astrobiology, sugiere que alguna forma de vida podría existir bajo la superficie marciana.
Clifford A. Cerbus es un físico investigador del Instituto de Investigación de la Universidad de Dayton, y ha trabajado durante 20 años en un sistema de simulación de entorno espacial en el Laboratorio de Investigación de Materiales y Consejo de Fabricación de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos en Dayton, Ohio. Este investigador mostraba un cierto escepticismo porque alegaba que la luz ultravioleta generada por la lámpara de xenón-mercurio usada en MESCH, es aproximadamente 35 veces más intensa que la del Sol en la superficie de Marte. Aunque esto permite acelerar el proceso de pruebas, en el cual varias horas en el simulador equivalen a varios días en Marte, Cerbus se pregunta si los resultados son representativos de lo que en realidad tiene lugar en la superficie marciana.
“Sí, es un problema”, confirma el Profesor Kai Finster, miembro del equipo de MESCH. “Planeamos reducir la intensidad mediante filtros a niveles más representativos de los de Marte. También estamos pensando en otras fuentes de luz que representen un espectro distinto y/o intensidad, tales como simuladores solares u otros tipos de lámparas UV. No obstante, en la primera ronda de experimentos estábamos interesados en ver si podían ver algún tipo de efecto”. Hasta el momento, el equipo de la Universidad de Aarhus sólo ha publicado resultados con muestras de arena, las cuales demostraron que el sistema produce variaciones de temperatura comparables a las de la superficie marciana. No obstante, Finster dice que se han llevado a cabo pruebas adicionales en muestras que contenían bacterias liofilizadas del permafrost Ártico.
En resumen, parece que se abre ante nosotros la posibilidad de convertirse en un hito histórico. Las bacterias finalmente sobrevivieron en las capas mas profundas del manto de arena a pesar de la intensa radiación ultravioleta a que fueron sometidas. Y si eso sucede en el simulador, ¿por qué no puede pasar lo mismo en Marte?. Y si las bacterias colonizan el planeta vecino ¿no es el primer paso para convertir aquello en una segunda Tierra?
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