sábado, 24 de enero de 2009

El viaje que cambió nuestras vidas

Darwin en Galápagos: “En mi excursión tropecé con dos grandes tortugas... Me entretuve muchas veces en alcanzar a uno de estos monstruos. A menudo también me puse de pie sobre su espaldar, y dando algunos golpes en la parte posterior del mismo lograba que se levantara y emprendiera la marcha; pero me fue difícil conservar el equilibrio…”

Hubo un tiempo en que el mundo era inmenso y estaba aún por descubrir. Había lugares que no se sabía cómo eran, ni quién vivía en ellos. Grandes extensiones del planeta aparecían en blanco en los mapas, o tenían contornos difusos. En consecuencia, las naciones adelantadas (incluida la nuestra) organizaban expediciones para conocerlas. Los aventureros que hicieron esos viajes nos parecen hoy cargados de prestigio, y los libros que escribieron son joyas de la literatura geográfica. Pero esos sabios venerados eran muchachos, casi críos, cuando vivieron sus correrías científicas. No ocupaban, muchos de ellos, la posición de profesores, sino la de alumnos. Charles Darwin, el anciano de barbas blancas que todos tenemos en la cabeza, solo tenía veintitrés años cuando se embarcó en el navío Beagle para dar la vuelta al mundo. Acababa de terminar sus estudios en la Universidad de Cambridge. Hoy en día sería un becario. Pero es que Fitz Roy, el capitán que mandaba el barco, solamente tenía veintiséis años.
El Beagle era un buque de guerra, originalmente un brig de la clase Cherokee, un “bergantín ataúd” –como motejaban los marinos a los barcos de esa serie por su propensión a volcar– que fue modificado para convertirse en un bricbarca (añadiéndole una mesana, con cangreja en lugar de verga de cruz). Solo portaba seis cañones, porque su misión no era de guerra. Más bien deberíamos considerarlo un barco oceanográfico; su tarea principal consistía en cartografiar las costas de la Tierra de Fuego. El Beagle era una especie de nave nodriza, una base flotante, desde la que se enviaban botes a hacer los trabajos de medición. A bordo viajaban, de vuelta a casa, tres fueguinos (nativos de Tierra de Fuego) “recogidos” en una expedición previa.
Las condiciones de trabajo eran muy difíciles allá abajo, con mal tiempo y pésima mar. El capitán anterior, Stokes, se había pegado un tiro en la cabeza para ahorrarse fatigas. Fueron cinco años duros, con pocas comodidades y trabajo muy intenso. Para colmo, el joven naturalista se mareaba todo el tiempo cuando estaba embarcado. Por eso, y porque en el mar había poco que estudiar, Darwin pasó tres de los cinco años en tierra firme. Cuando el barco atracaba, él se iba por su cuenta.

Pisar tierras españolas

Un velero bergantín… Tenía 30 m de eslora, 8 m de manga y 4 m de calado. 75 personas recorrieron el mundo a bordo. El equipaje de Charles Darwin: 12 camisas, 1 par de zapatos livianos, 1 par de chinelas, 1 microscopio, 1 brújula simple, 1 compás geológico. 2 pistolas, 1 rifle con piezas de repuesto, 3 libros de idioma castellano, otros 14 libros, 1 caja de lápices y 3 barómetros de montaña.

A la vuelta escribió un relato de todo lo que había visto y de todo lo que le había pasado. Ese libro es una delicia que está llena de observaciones y reflexiones, especialmente de Sudamérica, donde transcurrió la mayor parte del viaje. Aparecen muchos tipos humanos y una gran diversidad de paisajes.
Aunque no hubiera escrito El origen de las especies, Darwin habría pasado a la historia de la literatura de viajes por su diario, que recibió una espléndida acogida. Es difícil reseñar grandes hitos de la travesía, porque todo lo que en ella ocurrió es importante. Pero me gustaría destacar en primer lugar su “casi” visita a la isla de Tenerife.
En su detallado diario de a bordo (Diario de un naturalista alrededor del mundo, que ahora reedita íntegro Espasa), Darwin explica por qué no desembarcaron: “El 6 de enero (1831) llegamos a Tenerife, pero se nos prohibió desembarcar por temor de que lleváramos el cólera; a la mañana siguiente vimos salir el Sol tras el escarpado perfil de la isla de Gran Canaria e iluminar súbitamente el pico de Tenerife, en tanto las regiones más bajas aparecían veladas en nubes aborregadas...” Pero aquel era solo el comienzo del largo viaje en el que quizá el tramo más arduo fue el que llevó a parte de la tripulación a remontar el desconocido río Santa Cruz, en Argentina.

Resistir a los indios
El Beagle había anclado dentro de la desembocadura el 13 de abril de 1834; por entonces, apenas se sabía nada de este gran río argentino. Darwin relata así cómo se organizaron: “Partieron tres botes balleneros con provisiones para tres semanas, y los expedicionarios éramos 25, número suficiente para resistir cualquier partida hostil de indios. Claro es que contra una corriente tan violenta resultaba del todo imposible remar o utilizar las velas; en consecuencia, hubo de recurrirse al artificio de atar los tres botes, uno tras otro, proa con proa, dejando dos hombres en cada uno, mientras los restantes saltaron a tierra para sirgar...” Tuvieron que dar la vuelta antes de llegar a los grandes lagos de glaciares y ver el Perito Moreno: “El capitán Fitz Roy resolvió no llevar los botes más arriba. El río tenía un curso tortuoso y muy rápido, y el aspecto del país no convidaba a seguir adelante. Además de la pérdida inútil del tiempo que nos habría costado el intento de seguir remontando el río, llevábamos ya algunos días a media ración de pan… Todos menos yo venían descontentos, pero a mí aquella navegación río arriba me dio a conocer una sección interesantísima de la gran formación terciaria de Patagonia”, relata Darwin.
Tierra de Fuego era el destino oficial del Beagle, ya que iban a cartografiar sus costas y a bordo del barco viajaban, de vuelta a casa, tres fueguinos que habían sido “recogidos” en un viaje anterior. El capitán Fitz Roy se había apoderado de unos cuantos “naturales”, reteniéndolos como rehenes por la pérdida de un bote que habían robado (entre ellos había un niño que Fitz Roy compró, según relata Darwin, por un botón de nácar). Les enseñaron inglés, modales británicos y a dos de ellos les bautizaron como York y Jemmy. La tercera, una muchacha, se llamaba Fuegia Basket.

El mundo virgen de Galápagos

Nativos. El de la imagen, es un aborigen australiano. Darwin detalla numerosos pueblos indigenas. En Australia se sorprende con sus danzas rituales. Abajo, la que es probablemente su ilustración más famosa, en la que muestra la diferencia en los picos de los Geospizas, diferentes según la isla del archipiélago de Galápagos que poblaban.

Pero el epicentro del viaje del Beagle está en las islas Galápagos. Aquí, y a lo largo del mes que duró su estancia en el archipiélago, Darwin reunió suficientes datos para elaborar su importante Teoría de la Evolución. En Galápagos no deja de sorprenderse con lo que encuentra: “La Historia Natural de estas islas es curiosísima y merece especial atención. La mayor parte de los seres que en ella viven son aborígenes y no se encuentran en ninguna otra parte; aún hay diferencia notable entre los que habitan en las diversas islas… Me veo movido a creer que, en un período geológicamente moderno, el archipiélago ha estado cubierto por el mar. En tal supuesto, así en lo que se refiere al espacio como al tiempo, me parece acercarnos mejor al gran hecho ­–que es un misterio entre los misterios–: a saber, la primera aparición de nuevos seres en el globo que habitamos”.
Sorprende mucho la actividad y coraje que desplegó el joven Darwin en su recorrido, sobre todo cuando se compara con su vida posterior, del todo sedentaria. Pero en realidad no hay un gran cambio con el Darwin anterior al Beagle, que fue siempre un gran deportista y un adolescente muy inquieto. La ruptura vital se produjo luego, a la vuelta. No se puede decir, sin embargo, que el mundo por el que viajó Darwin permaneciera por aquel entonces aún ignoto y en tinieblas. Él no vivió las épocas de las grandes exploraciones, aunque, obviamente, en sus días quedaba mucho trabajo por hacer. No, no era un mundo por conocer, era un mundo por entender. En eso, en cuanto a la geología y la biología, permanecía aún virgen, porque no había explicaciones para lo que los ojos veían y los libros y mapas ilustraban. Y Darwin, él solo, lo entendió todo. Vaya si lo hizo.

La Peli de Darwin

darwin
El poster anunciaba una historia emocionante digna de Indiana Jones

Aunque el 12 de febrero será el día del segundo bicentenario el nacimiento de Charles Darwin, las celebraciones oficiales (1) han comenzado hoy en Londres, iniciando un largo período en el que no faltarán ni las exposiciones, los homenajes, conferencias y hasta el estreno de una película sobre el ya mítico naturalista, protagonizada por Paul Bettany (el actor casi albino que hacía de Silas en El Código Da Vinci) y Jennifer Connelly.

Pero no está de más recordar que ya existía un largometraje sobre la vida del científico británico, titulado The Darwin adventure (1972), y cuya mayor curiosidad es que estaba protagonizado por Nicholas Clay, un actor de imagen passoliniana al que el público recordará especialmente por habe rinterpretado a Sir Lancelot en Excalibur.

Ignoro si La aventura de Darwin llegó a estrenarse comercialmente en España, pero al menos si que se pasó por televisión. La ví de niño en una de aquellas sesiones de tarde de los sábados en TVE, a finales de los setenta. Pero pocos recuerdos de ella han perdurado en mi memoria con el paso de los años, tan solo la sensación de que era un filme bastante realista, con esa corrección tan típica del cine británico y quizás más propio para un público adulto que para el infantil, más ávido de otro tipo de aventuras, con más caníbales y menos fósiles.

Para quien este interesado en verla, advertirle que es un filme bastante difícil de encontrar hoy en día. Al menos, no tengo noticia de que haya sido editado en nuestro pais ni en vídeo ni en DVD.

10 preguntas que Darwin no sabría contestar, nuestro tercer informe especial

¿Por qué los animales tienen colores?

Para qué utilizan los pavos sus coloridas colas? ¿A qué vienen esos bailes exóticos que realizan los machos de las aves del paraíso, si con ello atraen a los depredadores? Para Darwin existía un equilibrio entre la selección natural (comer y evitar ser comido) y la selección sexual (reproducirse lo más a menudo posible). Gracias al despliegue cromático, el macho debía seducir a las hembras, pero el inglés no podía probar que las aves vieran aquellos colores. Actualmente, cámaras especiales adaptadas y estudios anatómicos de los ojos de diferentes animales demuestran que sí pueden distinguir los colores. Y ven algunos en la gama ultravioleta que nosotros no podemos.

¿Por qué hubo extinciones

Los científicos de la época de Darwin podían señalar los niveles en las rocas donde, por ejemplo, fósiles del Paleozoico, como trilobites, se extinguieron y fueron sustituidos por nuevas formas del Mesozoico. Sabían por ello que las extinciones eran eventos de la naturaleza. Pero desconocían por qué ciertas plantas y animales desaparecían y otros no. Sin embargo, desde alrededor de 1950, los geólogos comenzaron a darse cuenta de que la historia de la Tierra y la historia de la vida no siempre han sido armoniosas y progresivas. De hecho, se pueden señalar cinco o seis extinciones en masa. En ellas, el 50% o más de las especies del planeta desaparecieron. Sin embargo, el poder creativo de la evolución permitió recuperar la vida en las etapas siguientes y reconstruir nuevos ecosistemas.

¿Cuántos años tiene la Tierra?

Cuando el evolucionista inglés barajaba cifras sobre la antigüedad de la Tierra, su calculo iba desde decenas a cientos de millones de años. Al estudiar las rocas no dudaba que habían necesitado muchísimo tiempo para acumularse. De hecho, la tiza que se encuentra cerca de su casa en Kent tiene varios kilómetros de espesor, y sostenía que dicho espesor confirmaba que fueron necesarios 100 millones de años o más para formarse. Pero gran parte de los estudiosos e investigadores de entonces pensaban que eso era una tontería, y que la Tierra solo podía tener diez millones de años. O menos. Claro, que en aquel momento se desconocía que hace 7 millones de años surgió uno de los primeros homínidos en Chad (África): el Sahelanthropus tchadensis. Cuando se dio con él, este hallazgo hizo que la comunidad científica revisara varios de sus postulados. El descubrimiento de la radiactividad en la década de 1890, y su aplicación en la datación de rocas por medio de la comparación de la descomposición de ciertos minerales radiactivos, como el uranio y el argón 40, ha demostrado que nuestro planeta tiene más de 4.500 millones de años de antigüedad. Por lo tanto, el instinto de Darwin estaba en lo correcto.

¿Qué es la herencia?

En el siglo XIX se sabía que de padres pelirrojos nacían hijos pelirrojos, y que los perros dálmatas producían cachorros de la misma raza. Pero se desconocía por qué sucedía esto. La clave llegó al descubrirse que el código genético reside en el núcleo de cada célula: los cromosomas. En 1953 se desveló la estructura del ADN. La biología molecular nació de este descubrimiento, y hoy representa la mitad de todas las investigaciones científicas en el mundo, debido a su influencia en biología, medicina y agricultura. Y su raíz es la teoría de la evolución darwiniana.

¿Cuál es el origen de la vida?

Darwin fue el primero en señalar que todos los organismos vivos, desde las bacterias hasta los seres humanos y desde el musgo hasta los robles, han evolucionado desde un único ancestro común. Pero no sabía cómo probarlo. Desde 1940, muchos fósiles han sido identificados y datados. Los más antiguos tienen 3.500 millones de años, y confirman que toda la vida está relacionada en un gran árbol, en cuya base se encuentra un organismo muy simple.

¿Cómo evolucionaron los ojos?

Para Darwin, nuestros órganos provenían de estructuras simples y llegaron a tener funciones muy complejas. Sus críticos argumentaron que, por ejemplo, un ojo con menos capacidades no es útil. Pero él creía que era preferible un ojo de­fectuoso a ninguno, y se ba­saba en que muchos invertebrados marinos ven en blanco y negro, pero es suficiente para ellos. Otros solo captan la luz, como los gusanos. Únicamente los vertebrados y los cefalópodos tienen un ojo que cambia de tamaño para enfocar. Estudios genéticos han confirmado el argumento de Darwin: el ojo de los vertebrados y el de los invertebrados más simples comparten los mismos genes de desarrollo.

¿Cuantas especies hay en la Tierra?

Darwin no tenía dudas: sabía que la vida en la Tierra es muy diversa. Lo que aún desconocía era el número aproximado de especies que pueblan nuestro planeta. De he­cho, esta observación puso a prueba la fe religiosa que se le había inculcado de pequeño. Afortunadamente, esta no superó a la capacidad de librepensador que heredó de su padre (médico) y de su abuelo, Erasmus Darwin (filósofo que creó La Sociedad Lunar, un grupo de discusión de naturalistas e industrialistas). Así, la explicación religiosa no le bastaba a Darwin. Y cuando hizo el viaje alrededor del mundo a bordo del Beagle en la década de 1830 descubrió que todas las islas del Océano Pacífico estaban pobladas con diferentes especies de aves, propias de cada isla. Este hecho le llevó a cuestionarse: ¿por qué Dios necesitaría crear tantos miles de especies de aves, muchas de ellas solo presentes en una isla, cuando unos pocos cientos de especies serían suficientes? Darwin calculaba que exis­tían cientos de miles de especies. Hoy, cuando aún se siguen descubriendo nuevas, sabemos que hay millones. Pero cuántas to­davía se discute. Algunos dicen 10 millones, y otros 100 millones.

¿El hombre modifica la evolución?

En aquellos tiempos solo se pensaba que los avances harían la vida más confortable. Pero hoy se comienza a reconocer que muchos procesos industriales perjudican a la Tierra. Gracias a los ordenadores y a una mejor comprensión del clima en el pasado geológico, los científicos son capaces de predecir el futuro y probar que la Tierra es vulnerable. Darwin no se habría sorprendido: él era consciente de que los seres humanos podemos interferir en el equilibrio natural: el resultado de millones de años de evolución.

¿Hay condiciones imposibles para la vida?

Al primer evolucionista también le impresionaron las extraordinariamente difíciles condiciones en las que viven algunas especies. Durante su viaje le llamaron la atención los pingüinos, que sobreviven a orillas de mares helados, así como crustáceos que tienen su hábitat bajo el hielo. Pero Darwin se habría sorprendido más si hubiera conocido la vida de algunos microbios que se han descubierto recientemente y se denominan “extremófilos”. Algunos de ellos viven en fuentes termales donde el agua está hirviendo, otros pasan sus días bajo cientos de metros de hielo antártico, y otros incluso llegan a hacer del ácido sulfúrico concentrado en cuevas oscuras su hogar. El estudio de extremófilos nos da fuertes indicios sobre el origen de la vida en condiciones de ausencia de oxígeno, y acerca de la posibilidad de vida en otros planetas.

¿Por qué los dinosaurios eran tan grandes ?

Según algunos contemporáneos de Darwin, los dinosaurios tenían ese tamaño porque eran más avanzados fisiológicamente y tenían sangre caliente. Los geólogos, por su parte, lo atribuían al clima del Mesozoico: cálido y con abundante alimento. Hoy, gracias a estudios óseos, sabemos que nunca fueron fisiológicamente más avanzados. Su crecimiento se debía a que, si bien na­cían de huevos, como los reptiles, durante su etapa juvenil (5-15 años) crecían a un ritmo más rápido, similar al de los actuales mamíferos.

Adán y Lucy

El segundo de nuestros informes sobre Darwin


Juntos en el paraíso. El Adán que pintó Rubens y la recreación de Lucy, una Australophitecus afarensis del Museo

Es curioso que un hombre que en algún momento de su vida pensó en ser clérigo terminase siendo una de las grandes “bestias negras” de aquellos que creen que las especies que pueblan la Tierra son obra de un Dios todopoderoso; todas las especies, incluyendo la nuestra. Charles Darwin fue ese hombre. Y él mismo explicó, en su luego célebre autobiografía (que compuso en 1876, simplemente para que sus nietos le conociesen mejor) lo que había pensado sobre asuntos religiosos en su juventud. Refiriéndose a los años 1827-1828, escribió allí: “Tras haber pasado dos cursos en Edimburgo, mi padre se percató, o se enteró por mis hermanas, de que no me agradaba la idea de ser médico, así que me propuso hacerme clérigo… Pedí al­gún tiempo para considerarlo, pues, por lo poco que había oído o pensado sobre la materia, sentía escrúpulos acerca de la declaración de mi fe en todos los dogmas de la Iglesia anglicana, aunque, por otra parte, me agradaba la idea de ser cura rural. Por consiguiente, leí con gran atención Pearson on the Creed (Pearson acerca del Credo) y otros libros de teología y, como entonces no dudé lo más mínimo de cada una de las palabras de la Biblia, me convencí inmediatamente de que debía aceptar nuestro credo sin reservas”.

Cayó la Torre de Babel
Gradualmente, sin embargo, llegó a la conclusión de que “no había que dar más crédito al Antiguo Testamento, desde su historia manifiestamente falsa del mun­do, con la torre de Babel, el arco iris como señal, etc., hasta su atribución a Dios de los sentimientos de un tirano vengativo, que a los libros sagrados de los hindúes o a las creencias de cualquier bárbaro”. Pero no renunció expresamente a ser clérigo: “Dicha intención murió de muerte natural cuando, al dejar Cambridge, me uní al Beagle en calidad de naturalista.” Ahora bien, esto no quiere decir que renunciase completamente a las ideas religiosas con las que había crecido, y que tan queridas eran para su esposa, Emma Wedgwood (1808-1896), con quien se casó en 1839. Su reconversión más radical constituyó un proceso largo y sin duda doloroso, ligado al desarrollo de sus ideas científicas, que culminaron en la formulación de la Teoría de la Evolución de las especies mediante selección natural; esto es, en su gran libro de 1859: Sobre el origen de las especies por medio de selección natural, o la conservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida. A la par que juntaba las piezas que compondrían luego su teoría, y de manera más definitiva una vez que la completó, fue modificando sus ideas religiosas. Un pasaje extraído de su autobiografía –que, por cierto, su hijo Francis eliminó al pu­blicarla (todos fueron restituidos en 1958, cuando una nieta suya, Nora Barlow, publicó una nueva edición)– muestran la radicalidad de las ideas a las que llegó.

Dios salió de la selva

El hijo de Darwin censuró algunos pasajes de la biografía del naturalista, por considerarlos demasiado radicales

Flying spaghetti monster se llama esta deidad creada para mofarse de la Teoría del Diseño Inteligente.

Recordando épocas en las que al contemplar, por ejemplo, la grandeza de la selva brasileña, llegaba al “firme convencimiento de la existencia de Dios y de la inmortalidad del alma”, Darwin, ya próxima su muerte, manifestaba: “No concibo que esas convicciones y sentimientos íntimos tengan valor alguno como evidencia de lo que realmente existe. El estado mental que las escenas grandiosas despertaban en mí años atrás, y que estaba íntimamente relacionado con la creencia en Dios, no difería en su esencia de lo que a menudo denominamos sentido de lo sublime; y por difícil que sea explicar el origen de este sentido, mal puede ofrecerse como un argumento a favor de la existencia de Dios; pues no es más que poderosos, aunque indefinidos, sentimientos muy similares a los evocados por la música”. Sin embargo, en El origen de las especies fue precavido, ya que no se atrevió a incluir explícitamente a la especie humana en sus argumentaciones, con la intención de no perturbar los sentimientos de sus lectores. Esto es algo que llevó a cabo con la publicación de otro libro: El origen del hombre, y la selección con relación al sexo, publicado en 1871. En él podemos leer: “La principal conclusión a que llegamos en esta obra, es decir, que el hombre desciende de alguna forma inferiormente organizada, será, según me temo, muy desagradable para muchos. Pero difícilmente habrá la menor duda en reconocer que descendemos de esos bárbaros”.

La confrontación de 1860 en Oxford
De todas maneras, cuáles eran las implicaciones de la teoría darwiniana era algo que estuvo claro desde el principio para casi todos, por lo que no hubo que esperar hasta la aparición de El origen del hombre para que surgieran vehementes críticas. Un ejemplo destacado, y temprano, es el debate público que tuvo lugar el 30 de junio de 1860, durante una de las sesiones de la multitudinaria reunión anual de la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia. En aquella ocasión se enfrentaron el obispo de Oxford, Samuel Wilberforce, y el biólogo Thomas Henry Huxley, que ha pasado a la historia de la ciencia, junto a sus distinguidas contribuciones a las ciencias naturales, como el campeón en la defensa de la Teoría de la Evolución. El reverendo W. H. Freemantle, que asistió a aquella confrontación, nos dejó una descripción de la discusión, de la que destacó unos párrafos: “El obispo estaba manifestando con retórica exageración que no existía prácticamente ninguna evidencia en favor de Darwin... Y entonces, comenzó a burlarse con estas palabras: ‘Querría preguntar al profesor Huxley, que está sentado a mi lado..., acerca de su creen­cia en que desciende de un mono. ¿Procede esta ascendencia del lado de su abuelo o del de su abuela?’ Y entonces, adoptando un tono más grave, afirmó, en una solemne perorata, que las ideas de Darwin eran contrarias a lo revelado por Dios en las Escrituras”. A esta cuestión, Thomas Henry Huxley respondió con unas palabras memorables: “No sentiría ninguna vergüenza en caso de haber surgido de semejante origen; pero sí que me avergonzaría proceder de alguien que prostituye los dones de la cultura y la elocuencia al servicio de los prejuicios y de la falsedad”. El tiempo, se dice, cura todas las heridas. Y así, y a la vista del éxito explicativo que la teoría de Darwin ha ido obteniendo, cada vez con más intensidad, se podría pensar que las objeciones que, procedentes de las convicciones religiosas, se opusieron inicialmente a ella terminaron por desaparecer, o, como mínimo, por adoptar posturas discretas.

La persistencia del creacionismo
Sin embargo, no ha sido así. Y no solo en cuanto se refiere a las ideas de personas, sino también, en algunos lugares, en el ámbito legislativo. Lugares como en los Estados Unidos. El 21 de marzo de 1925, la asamblea legislativa de Tennessee aprobó la denominada ley que establecía que sería “ilegal para cualquier profesor en cualquiera de las universidades, escuelas normales o cualquier otra escuela pública del Estado... enseñar cualquier teoría que niegue el relato de la creación divina del hombre tal como se enseña en la Biblia, y enseñar, en cambio, que el hombre desciende de un orden animal inferior”. Las consecuencias de la nueva ley no se hicieron esperar: dos meses después de promulgada, un profesor de Instituto en Dayton, John Scopes, fue detenido y acusado de enseñar la teoría darwiniana y llevado a juicio. El juicio, conocido como el “Juicio del Mono”, comenzó el 10 de julio de 1925 y terminó ocupando las primeras páginas de todos los periódicos estadounidenses. Su dimensión político-religiosa se hacía aún más evidente si tenemos en cuenta que representaba a la acusación el político William J. Bryan, quien había dirigido el Departamento de Asuntos Exteriores con el presidente Woodrow Wilson y que fue nombrado tres veces candidato a la presidencia por el Partido Demócrata. Como defensor de Scopes actuó el abogado Clarence Darrow, quien sacó a Bryan al banquillo y le preguntó si creía que el Sol se había detenido en favor de Josué para prolongar el día de la batalla, como se lee en la Biblia. “Acepto la Biblia de manera absoluta”, respondió el político convertido en fiscal. Y entonces, Darrow continuó: “¿Cree usted que en aquellos tiempos el Sol giraba alrededor de la Tierra?” “Sí, lo creo”, respondió Bryan. Por su parte, Darrow resumió sus argumentos de la siguiente manera: “Hoy son los profesores de las escuelas públicas; mañana, los de las privadas. Al día siguiente, los predicadores… Las revistas, los libros, los periódicos. Al cabo de poco tiempo, señoría, el hombre se volverá contra el hombre y un credo contra otro credo, hasta que retrocedamos con banderas desplegadas y a tambor batiente hacia los tiempos gloriosos del siglo XVI, cuando los fanáticos encendían sarmientos para quemar a las personas que osaban llevar a la mente humana algo de inteligencia, ilustración y cultura”. En la sentencia, el profesor Scopes fue declarado culpable y multado con 100 dólares. Sin embargo, el veredicto fue finalmente revocado por un tecnicismo, y las Autoridades de Tennessee no presentaron ningún recurso. Victoriosos en Tennessee, los fundamentalistas contrarios a la idea de evolución presionaron en 1926 y 1927 para que se introdujeran en otros estados leyes antievolución, y lo lograron en Mississippi y Arkansas. No fue hasta 1967 cuando la ley de Tennessee fue revocada, y al año siguiente el Tribunal Supremo de Estados Unidos declaró inconstitucional la ley de Arkansas. Sin embargo, esto no significó el final de los esfuerzos de los creacionistas, que pusieron en marcha una nueva estrategia: reclamar leyes de “Trato Equilibrado”; es decir, que se enseñase en las escuelas el creacionismo de la misma manera que el evolucionismo, como dos teorías comparables. Un momento importante en esta nueva estrategia tuvo lugar más de medio siglo después del juicio de Tennessee, cuando cristianos fundamentalistas de Arkansas presionaron a sus legisladores para que aprobaran la denominada “Ley 590”, en la que se solicitaba el mismo tiempo para las teorías evolucionistas y para el creacionismo bíblico. La ley en cuestión condujo a la celebración de un juicio en Little Rock, entre el 7 y el 16 de diciembre de 1981, en el que se pretendía recusar la nueva ley. El 5 de enero de 1982, el juez falló a favor del demandante, la American Civil Liberties Union. La ciencia de la creación, se estipulaba en la sentencia, no podía considerarse una explicación o teoría científica alternativa. La Ley 590, concluía el juez, era un intento de imponer la religión en una escuela sostenida por el Estado, lo que constituía una violación de la Primera Enmienda de la Constitución Federal. Diecisiete años después de esta sentencia, en 1999, el Consejo Escolar de Kansas tomó la postura más radical: aprobó eliminar la evolución, así como la teoría del Big Bang, de los programas científicos del Estado. No se prohibía su enseñanza, pero sí que el tema se incluyese en los exámenes que se realizaran en todo el Estado. Asimismo, en octubre y noviembre de 2004, la Junta de Directores de Escuela del Área de Dover (Pensilvania) aprobó una serie de normas que pretendían colocar al mismo nivel la idea de que alguien –un Dios– debió de diseñar la vida (y en particular la humana) al mismo nivel que el evolucionismo científico. En lugar de “creacionismo”, ahora se hablaba de “diseño inteligente”.

Los huecos en blanco

Una vez más, intervino el sistema judicial estadounidense. El 20 de diciembre de 2005, la Corte del Distrito Medio de Pensilvania anuló los acuerdos de la Junta de Directores del Área de Dover. Merece la pena citar algo de la sentencia: “Sin duda, la Teoría de la Evolución de Darwin es imperfecta. Sin embargo, el hecho de que una teoría científica no pueda suministrar una explicación de todas las cuestiones no debería utilizarse como un pretexto para promover en las clases de ciencias una hipótesis alternativa, basada en la religión, que no se puede comprobar, o para minusvalorar proposiciones científicas bien establecidas”.
De hecho, el propio Darwin se había ocupado previamente de argumentar en contra del diseño inteligente. Lo hizo en otro de sus libros, cuyo título era La variación de los animales y plantas bajo la domesticación (1868). Y lo repitió en su autobiografía: “El antiguo argumento en torno a la predestinación de la naturaleza según propone Paley, que antaño me parecía tan concluyente, falla ahora que se ha descubierto la ley de la selección natural. No podemos sostener que, por ejemplo, la hermosa charnela de una concha bivalva tenga que haber sido creada por un ser inteligente, al igual que la bisagra de una puerta ha de hacerla el hombre. En la variabilidad de los seres orgánicos y en la acción de la selección natural no parece haber más predestinación que en la dirección en la que sopla el viento. Todo en la naturaleza es el resultado de leyes fijas. Pero he examinado esta cuestión al final de mi libro sobre la Variación de los animales y plantas bajo domesticación y, que yo sepa, el argumento que doy en él no ha sido jamás contestado”.


El juicio que empezó con una oración

Al famoso juicio llegaron periodistas hasta de Hong Kong, y hubo 1.000 asistentes. 300 se quedaron de pie.

El calor era tan insoportable en la sala que se permitió a los hombres estar en camisa. Era un 10 de julio de 1925 y la atención del mundo estaba en Dayton, un pueblecito de Tennessee donde se juzgaba a un joven profesor de biología. Una ley prohibía la enseñanza de la evolución en las escuelas, y el profesor John Thomas Scopes se negaba a dar la versión oficial: que el hombre fue crea­do por Dios, como dice la Biblia. La Asociación de Libertades Civiles Norteamericanas pagó al abogado defensor, Clarence Darrow, quien por entonces tenía 70 años y era el letrado más famoso del país. El fiscal fue un fundamentalista religioso, William Jennings, tres veces candidato a la Presidencia de los EEUU. Los periodistas lo bautizaron como “El juicio del Mono”, y comenzó con el juez pidiendo una oración. En 8 minutos de deliberación, el jurado encontró al profesor culpable, lo multó con 100 dólares y quedó libre. Darrow apeló, pues quería que un tribunal superior considerara inconstitucional la ley antievolución. Dos años más tarde, la Corte del Estado redujo la multa a un dólar y decidió: “No es conveniente prolongar este caso tan extraño”. La ley jamás volvió a aplicarse.

Problemas familiares

El mayor número de estudios realizados, y de “eslabones” fósiles encontrados relacionados con la evolución de las especies, tiene que ver con el hombre. Aunque esto no quiere decir que se conozca por completo. De hecho, el esquema que ofrecemos aquí está discutido en casi todas las especies de antepasados. El debate más reciente surgió cuando encontraron en Kenia fósiles de Homo habilis y de Homo erectus que, según sus descubridores, coexistieron y compartieron hábitat. Añaden que H. erectus no desciende de H. habilis, sino que ambos descienden por separado de un ancestro común. Esta última disputa antropológica muestra que los detalles de nuestro remoto pasado aún son un enigma.





¡Evolucionante!

En el mes de Febrero de este año se cumplen 200 años del natalicio de Charles Darwin, para conmemorarlo lanzamos una serie de artículos relacionado sobre este tema.
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Un conmovedor silencio siguió a la exposición de la teoría sobre el origen de las especies de los británicos Charles Darwin y Alfred Russell Wallace en la Linnean Society de Londres.

La teoría de la evolución biológica se ocupa de tres materias diferentes. La primera es el hecho de la evolución; es decir, que las especies vivas cambian a lo largo del tiempo y están emparentadas entre sí debido a que descienden de antepasados comunes. La segunda materia es la historia de la evolución, o sea, las relaciones particulares de parentesco entre unos organismos y otros; por ejemplo, entre el chimpancé, el hombre y el orangután. La tercera materia se refiere a las causas de la evolución de los organismos. La primera cuestión es la básica, pues si los organismos no evolucionan, la teoría de la evolución no tendría nada que estudiar. Charles Darwin, el fundador de la teoría moderna de la evolución, acumuló evidencias de que los seres vivos son descendientes modificados de antepasados comunes. Y estas evidencias a favor de la evolución han aumentado desde entonces. El origen evolutivo de los organismos es hoy una certeza científica comparable a las de la redondez de la Tierra, la rotación de los planetas alrededor del Sol y la composición molecular de la materia. Este grado de certeza, que va más allá de toda duda razonable, es lo que señalan los biólogos cuando afirman que la evolución es un “hecho”. Lo afirmaba el papa Juan Pablo II en un discurso a la Academia Pontificia de Ciencias el 22 de octubre de 1996: “El nuevo conocimiento científico nos ha llevado a darnos cuenta de que la teoría de la evolución ya no es una mera hipótesis. De hecho, es notable que esta teoría haya sido progresivamente aceptada por los investigadores, como consecuencia de una serie de descubrimientos en diversos campos del conocimiento. La convergencia, ni buscada ni fabricada, de los resultados de trabajos llevados a cabo de forma independiente es en sí misma un argumento importante a favor de esta teoría.” Charles Darwin (1809-1882) fue hijo y nieto de médicos. El 27 de diciembre de 1831, unos meses después de su graduación en la Universidad de Cambridge, Darwin zarpó, como naturalista, a bordo del HMS Beagle en un viaje alrededor del mundo que duró hasta octubre de 1836. Con frecuencia desembarcaba largos períodos para recoger especímenes de plantas y animales.

La clave de galápagos
El descubrimiento de huesos fósiles pertenecientes a grandes mamíferos extinguidos en Argentina y la observación de numerosas especies de pájaros pinzones en las Islas Galápagos estimularon su interés en cómo se originan las especies. Estas islas, en el Ecuador, a 900 kilómetros de la costa oeste de Sudamérica, habían sido llamadas Galápagos por los descubridores españoles debido a la abundancia de tortugas gigantes, distintas en diversas islas y diferentes de las conocidas en cualquier otro lugar del mundo. Las tortugas se movían perezosamente, alimentándose de la vegetación y buscando las escasas charcas de agua fresca existentes. Habrían sido vulnerables a los depredadores, pero estos brillaban por su ausencia en las islas. En las Galápagos, Darwin encontró grandes lagartos, que a diferencia de otros ejemplares de su especie se alimentaban de algas y sinsontes, bastante diferentes de los hallados en el continente sudamericano. Los pinzones variaban de una isla a otra en diversas características, notables sus picos distintivos, adaptados para hábitos alimentarios dispares: cascar nueces, sondear en busca de insectos, atrapar gusanos… En 1859, Darwin publicó On the Origin of Species (El origen de las especies), un tratado que expone la teoría de la evolución y, aún más importante, el papel de la selección natural en determinar su curso y explicar el diseño de los organismos. Publicó otros libros en los años siguientes, entre ellos La descendencia humana (1871), que extiende la teoría de la selección natural a la evolución humana. Darwin y otros biólogos del siglo XIX hallaron pruebas convincentes de la evolución biológica en el estudio comparativo de los organismos vivos, en su distribución geográfica y en los restos fósiles de organismos extinguidos. Desde la época de Darwin, la evidencia de estas fuentes se ha vuelto más fuerte y más completa. Disciplinas que han surgido recientemente –la genética, la bioquímica, la ecología, la etología, la neurobiología y, especialmente, la biología molecular– han proporcionado potentes pruebas adicionales. Entre ellas, señalaré más adelante los numerosos descubrimientos de fósiles intermedios entre los humanos modernos y nuestros antepasados simios. Los paleontólogos han recuperado y estudiado los restos fósiles de muchos miles de organismos que vivieron en el pasado. Muestran que muchas clases de organismos extintos poseían formas muy diferentes de las de cualquiera de los ahora vivos. Las sucesiones de organismos manifiestan con el tiempo su transición de una forma a otra. Dos ejemplos importantes son el Archaeopteryx, intermedio entre reptiles y aves, y el Tiktaalik, intermedio entre peces y tetrápodos.


Medio ave, medio reptil

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Un conmovedor silencio siguió a la exposición de la teoría sobre el origen de las especies de los británicos Charles Darwin y Alfred Russell Wallace en la Linnean Society de Londres.

El Archaeopteryx vivió durante el período Jurásico Tardío, hace unos sesenta millones de años, y exhibía una mezcla de rasgos de ave y reptil. Era del tamaño de un cuervo, y comparte muchas características anatómicas con algunos de los dinosaurios bípedos pequeños. El Archaeopteryx tenía plumas, claramente visibles en los fósiles, una calavera parecida a la de las aves y cráneo expandido, grandes cuencas oculares y un pronunciado pico, pero su esqueleto poseía forma de reptil. Los paleontólogos han sabido durante más de un siglo que los tetrápodos (anfibios, reptiles, aves y mamíferos) evolucionaron a partir de un grupo particular de peces, llamados crosopterigios. Y en 2006 fue descubierto Tiktaalik, intermedio casi exacto entre los peces y los tetrápodos (véase el recuadro). Los contemporáneos de Darwin preguntaban: si los seres humanos han evolucionado a partir de antepasados no humanos, ¿dónde está el “eslabón perdido”, la criatura intermedia entre los seres humanos y los simios? Este reto era razonable, pues en tiempos de Darwin no se conocía ningún fósil que pudiera haber sido uno de nuestros antepasados, nuestros parientes más próximos después de que el linaje humano se separó del de los simios. El eslabón perdido ya ha sido encontrado. No uno, sino centenares de restos fósiles de cientos de individuos homínidos se han descubierto desde la época de Darwin, y se siguen descubriendo a un ritmo acelerado. Los fósiles que pertenecen al linaje humano tras su separación de los linajes simios se llaman homínidos. Los fósiles de homínidos más antiguos que se conocen tienen entre 6 y 7 millones de años de antigüedad, proceden de África y son conocidos como Sahelanthropus y Orrorin. Estos antepasados eran predominantemente bípedos, pero tenían cerebros muy pequeños. Otros antepasados nuestros son Ardipithecus, que vivió hace unos 4,4 millones de años, y Australopithecus, un homínido que apareció hace entre 3 y 4 millones de años. El Australopithecus tenía una postura erguida humana, pero una capacidad craneal de menos de 500 gramos, comparable a la del gorila y el chimpancé, un tercio de la de los humanos modernos. Junto con un cráneo mayor, se han encontrado otras características humanas en el Homo habilis –que vivió hace entre 1,5 y 2 millones de años en África y tenía un cráneo de algo más de 600 gramos– y en el Homo erectus, que evolucionó en África hace algo más de 1,8 millones de años y poseía un cráneo que pesaba entre 900 gramos y algo más de un kilo. Poco después de su aparición en África, el Homo erectus se extendió por Europa y Asia, hasta llegar incluso al archipiélago indonesio y a China septentrional. Se han hallado restos fósiles de Homo erectus en África, Java, China, Oriente Medio y Europa. En España se han encontrado fósiles de hace algo más de un millón de años relacionados con Homo erectus. Además de muchos restos de Homo antecessor –que vivía hace varios cientos de miles de años– descubiertos en Atapuerca, en la provincia de Burgos. La transición de Homo erectus a Homo sapiens podría haber empezado hace unos 400.000 años. La especie Homo neanderthalensis apareció en Europa hace más de 200.000 años y persistió hasta hace 30.000. Durante mucho tiempo se ha creído que los neandertales eran antepasados de humanos anatómicamente modernos, pero ahora sabemos con seguridad que fueron una especie diferente de la nuestra. La biología molecular es una disciplina reciente, que surgió cien años después de Darwin, tras el descubrimiento en 1953 de la estructura de doble hélice del ADN, el material químico de la herencia. La biología molecular aporta las pruebas más sólidas de la evolución biológica y hace posible reconstruir la historia evolutiva con tanto detalle y precisión como cualquiera pueda desear.

Conocemos el árbol de la vida
Es posible afirmar hoy que ya no existen lagunas de conocimiento en la historia evolutiva de los organismos vivos. Las principales ramas del árbol de la vida han sido reconstruidas por entero y en muchos detalles. Cada mes se publican más detalles sobre más y más ramas del árbol universal de la vida en montones de artículos científicos. La prácticamente ilimitada información evolutiva codificada en la secuencia de ADN de los organismos vivos permite a los evolucionistas reconstruir todas las relaciones evolutivas que conducen a los organismos actuales, con tanto detalle como se desee. Si se invierten los recursos necesarios (tiempo y gastos de laboratorio), uno puede tener la respuesta a cualquier pregunta, con tanta precisión como se quiera.
El ADN y las proteínas han sido llamados “macromoléculas informacionales” porque son largas moléculas lineales constituidas por secuencias de unidades –nucleótidos en el caso de los ácidos nucleicos, aminoácidos en el caso de las proteínas– que incluyen la información evolutiva. Al comparar la secuencia de los componentes en macromoléculas de dos especies se determina el número de letras (nucleótidos o aminoácidos) que son diferentes. Debido a que la evolución normalmente ocurre cambiando una unidad cada vez, el número de diferencias refleja el grado de parentesco entre las dos especies. Por ejemplo, en los humanos y los chimpancés, la molécula de proteína llamada citocromo c, que desempeña una función vital en la respiración dentro de las células, se compone de los mismos 104 aminoácidos dispuestos exactamente en el mismo orden. Sin embargo, difiere del citocromo c de los monos rhesus por un aminoácido, del de los caballos por 11 aminoácidos adicionales, y del citocromo c del atún por 21 aminoácidos adicionales.

Levaduras, pinos y humanos


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Reconstrucción de un Australopithecus afarensis, uno de los muchos “eslabones encontrados”; antepasado común de hombres y simios.

La autoridad de esta clase de examen es abrumadora: cada uno de los miles de genes y miles de proteínas contenidos en un organismo proporciona un examen independiente de la historia evolutiva de ese organismo. Los estudios evolutivos moleculares poseen tres notables ventajas sobre la paleontología, la anatomía comparada y otras disciplinas clásicas. Una es que la información es fácilmente cuantificable. El número de unidades que son diferentes se establece con facilidad cuando se compara en diferentes organismos la secuencia de unidades para una macromolécula dada. La segunda ventaja es la universalidad. Es posible hacer comparaciones entre muy diversas clases de organismos. La anatomía comparada puede decir muy poco cuando, por ejemplo, se comparan organismos tan distintos como las levaduras, los pinos y los seres humanos, pero numerosas secuencias de ADN y proteínas se pueden comparar en los tres. La tercera ventaja es la multiplicidad. Cada organismo posee miles de genes y proteínas, que en conjunto reflejan la misma historia evolutiva. Si la investigación de un gen o proteína particular no resuelve de forma satisfactoria la relación evolutiva de un conjunto de especies, se pueden investigar genes y proteínas adicionales hasta que el asunto haya sido resuelto.

El desarrollo de la inteligencia
A Darwin se le reconoce, con razón, como el primero en haber acumulado pruebas convincentes de la evolución de los organismos. Pero la contribución más importante de Darwin a la ciencia es su descubrimiento de la selección natural, el proceso fundamental que da cuenta no solo de la evolución de las especies, sino también de sus adaptaciones: por qué existen ojos diseñados para ver, alas para volar y agallas para respirar en el agua. La selección natural trata de las ventajas hereditarias que aumentan la probabilidad de que sus portadores sobrevivan y se reproduzcan mejor que otros organismos. Tales ventajas, por eso, aumentan su frecuencia de generación en generación a costa de alternativas menos ventajosas. Así, las alas de las aves y las agallas de los peces han llegado a ser tan eficientes como lo son ahora. Y así aumentó gradualmente durante los últimos dos millones de años el tamaño del cerebro en nuestros antepasados. Aquellos ancestros más inteligentes que otros tenían más ventajas y dejaban más descendientes. Darwin dedicó gran parte de El origen de las especies a explicar la selección natural. Hoy día esta teoría es muy compleja, con una base matemática avanzada e innumerables observaciones y experimentos de genética, ecología y otras numerosas disciplinas, incluyendo la cibernética, la química y la física. Pero debemos al genio de Darwin el descubrimiento del proceso fundamental que da cuenta de la diversidad de los organismos y de sus adaptaciones, por qué tenemos manos diseñadas para coger, pulmones para respirar y riñones para modular la composición de la sangre.

Entre pez y anfibio

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Este pez tenía aspecto de cocodrilo y una calavera de unos 20 centímetros de longitud. Las aletas pectorales son miembros superiores incipientes, con robustos esqueletos internos, semejantes a los de las ranas, pero bor­dea­dos de bastoncillos córneos en vez de dedos (como los peces). Otros rasgos pisciformes son las pequeñas aletas pélvicas, y arcos branquiales muy desarrollados, que sugieren que el Tiktaalik permanecía la mayor parte del tiempo dentro del agua.

¿Quién lo duda?

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La revista Science publicó esta encuesta, en la que se pedía opinión ante una certeza: “Los seres humanos, tal y como los conocemos, evolucionaron a partir de especies primitivas de animales”.



Los sonidos del Universo

CosmoacusticaEstrellas percusionistas, supernovas gritonas, agujeros negros entonando un si bemol... Hoy los astrofísicos también afinan el oído para escrutar el fragor –y las melodías– del espacio exterior.


“En el espacio nadie puede oír tus gritos”. Con este inquietante eslogan se publicitó el clásico del cine de ciencia-ficción Alien. Sus creadores dieron en el clavo: el sonido necesita de un medio material para propagarse, y en el vacío espacial no hay nada a lo que pueda agarrarse. Por este motivo, casi todas las películas del género –excepto 2001: una Odisea del espacio– cometen el error de obsequiarnos con explosiones y potentes rugidos de los motores de hiperpropulsión. Sin embargo, el silencio no reina en todo el universo. La sonda Huygens, que se lanzó el 14 de enero de 2005 hacia la superficie de Titán –el satélite de Saturno–, llevaba un par de diminutos micrófonos. Debido a que tiene una atmósfera densa, continentes y un mar de metano, Titán es un lugar bastante ruidoso. Los micrófonos de la sonda grabaron el ruido del viento a lo largo de las dos horas y media que duró el descenso. A pesar de la fortísima deceleración a la que se vio sometida –15 veces la de la gravedad terrestre–, la Huygens sobrevivió al impacto con el suelo y transmitió datos e imágenes de la superficie durante más de una hora. Así, pudo verse un paisaje anaranjado sembrado de rocas, posiblemente hechas de agua sólida y, cubriéndolo todo, una neblina de etano o metano. El micrófono tenía que registrar el sonido de un trueno alienígena. No hubo suerte.

Esta no es la primera vez que enviamos un micrófono a otro planeta. En 1999, la NASA quiso hacer realidad el que sería el último sueño del astrofísico y divulgador Carl Sagan, que no era otro que grabar los sonidos de la superficie marciana. Para ello, instalaron un micrófono en la Mars Polar Lander, pero diez minutos antes del amartizaje se perdió el contacto con la sonda. A pesar de ello, la NASA no ha tirado la toalla y espera grabar en las futuras misiones que tiene programadas al planeta rojo el ulular del viento o los silbidos ametralladores de sus tormentas de arena. Obviamente, nadie pensó en dotar de micrófonos a la misión Apolo 11, salvo los necesarios para que Neil Armstrong pudiera pronunciar su famosa frase tras pisar el firme lunar. No hay que olvidar que nuestro satélite carece de atmósfera.

Venus es otro cantar, pues su denso envoltorio atmosférico lo convierte en un buen candidato sonoro, pero ninguna sonda ha introducido un micrófono en ese infierno, donde la temperatura es tan alta que funde el plomo. Los rusos afirman que en la década de 1980 llevaron uno que registró descargas eléctricas, pero nunca mostraron las grabaciones. Metidos a productores musicales, los astrofísicos no lo tienen complicado, ya que todos los planetas –y muchas lunas– del sistema solar cuentan con envoltura gaseosa, aunque la de Mercurio es muy débil. Pero un mismo ruido se oiría de forma distinta en función del sitio donde estuviéramos. La velocidad del sonido es diferente en cada planeta, y depende tanto de la composición de la atmósfera como de su temperatura. En la Tierra, el sonido se propaga a 340 metros por segundo en condiciones normales. Esto quiere decir que si un rayo golpea el suelo a 10 kilómetros de nosotros, lo escuchamos 29 segundos después. En la superficie marciana tardaríamos 44 segundos en oírlo, pues allí el sonido se propaga un 30% más despacio. En Venus, cuya atmósfera es mucho más densa, escucharíamos el trueno 24 segundos después de ver el rayo. Y para rapidez, la de Júpiter y Saturno, donde llegaría a nuestras orejas en sólo 12 y 13 segundos, respectivamente.

Si quisiéramos hablar en Marte –siempre y cuando pudiésemos respirar su letal atmósfera de dióxido de carbono–, lo tendríamos bastante complicado. Aun el grito más potente quedaría reducido a un leve susurro debido a su baja densidad atmosférica. De hecho, nuestra voz sonaría como si sufriéramos laringitis. Eso sí, los sonidos no nos parecerían tan diferentes como en la Tierra, y podríamos reconocer un gran número de ellos. La situación en Venus sería totalmente distinta. Con una presión atmosférica 90 veces superior a la terrestre –similar a la que encontramos a un kilómetro por debajo de la superficie del mar– el casi imperceptible murmullo de una biblioteca se convertiría en el ruido de fondo de una oficina. La próxima vez que encienda su equipo estéreo, muerda la mesa donde esté apoyado. Si se tapa los oídos, escuchará la música a través de los huesos. Algo parecido es lo que Nicholas C. Makris, profesor de ingeniería oceánica del MIT, ha propuesto para estudiar la superficie de Europa –una luna de Júpiter– que posiblemente tiene entre 10 y 100 kilómetros de hielo y bajo la cual se extiende un inmenso mar de agua salada. Su idea es una variante de las técnicas acústicas que se emplean para estudiar el hielo que cubre parte del océano Ártico. El método consiste en introducir micrófonos sensibles a las vibraciones debidas a los esfuerzos, compresiones y fracturas del hielo, que en teoría producirían un ruido de frecuencias entre 0,1 y 100 Hz.



Miguel Ángel Sabadell Algo parecido sucede en la Tierra. Tras analizar 10 años de datos sísmicos, el grupo de investigación liderado por Kiwamu Nishida, un geofísico de la Universidad de Tokio, ha encontrado unas vibraciones inaudibles que recorren la baja atmósfera y provocan unas débiles ondas sísmicas dentro de la Tierra “que la hacen cantar como un canario”, según Nishida. Si pudiéramos escucharlo, este murmullo acallaría el ruido de cien talk-shows televisivos. ¿Pero de dónde vienen esas ondas? No se sabe con seguridad. Quizá tengan su origen en variaciones de la presión atmosférica.

Tras siglos de descubrimientos, los científicos le han dado la razón a Platón, al menos en parte. El filósofo griego afirmaba que los planetas se movían sobre unas esferas que emitían una música continua. Ahora los cosmólogos han llegado a la conclusión de que el universo es como un inmenso órgano. Aparentemente, las galaxias se distribuyen como la materia de una esponja, dejando inmensos vacíos entre unas y otras. En 2002 el astrofísico Jaan Einasto, del Observatorio Tartu en Toravere (Estonia), descubrió que galaxias y vacíos se repiten cada 390 millones de años-luz y dan lugar a una estructura celular. Fue un hallazgo impactante. ¿Por qué existe ese orden? Una posible interpretación es que “el universo primitivo estaba lleno de ondas sonoras que comprimían y rarificaban la materia y la luz del mismo modo que sucede con el aire dentro de una flauta o una trompeta”, según explica el cosmólogo italiano Paolo de Bernardis. Si esta suposición es cierta, significa que los microscópicos murmullos generados cuando el universo tenía 300.000 años de edad hicieron que la materia se condensara y diera lugar a las semillas a partir de las cuales, muchos millones de años después, se formarían las galaxias.

Si comparamos el universo con un tubo de órgano, podemos decir que las estrellas se parecen a campanas. Por su superficie viajan ondas sonoras con las que los astrónomos intuyen lo que sucede en su interior. Esta peculiar rama de la astrofísica moderna se conoce con el nombre de astrosismología. La primera estrella donde se descubrieron estas débiles oscilaciones fue nuestro Sol. En la década de 1960 los telescopios solares revelaron que su superficie está recorrida por ondas acústicas parecidas a las de los terremotos, y estas vibraciones están relacionadas con las reacciones superenergéticas que tienen lugar en el interior de la estrella. La energía producida en el horno nuclear del Sol se transmite a la superficie por convección, el mismo mecanismo que hace que el agua comience a bullir cuando se hierve en un puchero: la materia caliente sube mientras que la fría baja. En el Sol las burbujas de gas ascienden a la superficie a una velocidad cercana a la del sonido. Por desgracia, no somos capaces de oír su borboteo porque no se propaga por el espacio. Y aunque estas ondas se transmitieran, no podríamos escuchar nada, pues su frecuencia se encuentra por debajo del umbral del oído humano. Lo que los científicos hacen es analizar cómo vibra esta campana cósmica, que proporciona una valiosa información sobre las condiciones físicas del corazón solar.

El Sol no es el único astro cantarín; en el resto de las estrellas también se genera el mismo tipo de oscilaciones. El problema es que son muy débiles y resulta difícil detectarlas. Fue en 2001, gracias a los astrónomos suizos François Bouchy y Fabien Carrier, del Observatorio de Ginebra (Suiza), cuando se observó por primera vez el tañer de otra estrella. Fue Alfa Centauri A, a sólo 4 años-luz de nosotros y visible a simple vista desde el hemisferio Sur. Sus medidas han demostrado que esta estrella, muy parecida a la nuestra, pulsa con un ciclo de 7 minutos. El paso del tiempo no sólo lo marca nuestro reloj.

Descubrimientos como estos han propiciado un curioso hermanamiento entre astrofísicos y músicos. ¿Por qué no convertir estos sonidos en melodías? Ese es el empeño de los integrantes del Stellar Music Project o del propio Brian May, fundador del grupo Queen, que abandonó su doctorado en astrofísica hace 35 años para liderar la mítica formación de rock.

Por si fuera poco, incluso la muerte de una estrella tiene su propia marcha fúnebre. En 2006, un grupo de investigación formado por astrofísicos del Observatorio Steward de la Universidad de Arizona, la Universidad Hebrea y el Instituto Max Planck de Potsdam (Alemania), descubrió que el sonido es el motor de las explosiones de supernova. Gracias a sus reacciones nucleares internas, en una estrella de este tipo se generan elementos químicos: oxígeno, nitrógeno, carbono, hierro... El final de su vida se acerca cuando en su interior se forma el hierro, ya que en las reacciones de fusión nuclear con átomos de este metal no se libera energía, sino que se consume. En esta situación, sin nada que soporte su propio peso, la estrella se desploma y se convierte en una supernova. La explosión es impresionante. Durante un par de segundos, este cuerpo celeste brilla tanto como mil millones de estrellas.

Pues bien, el equipo de astrofísicos ha desarrollado un modelo de ordenador que simula los últimos segundos de la vida de las supernovas, desde el colapso del núcleo hasta la explosión. Y han descubierto que el sonido rige su último estertor. Los cálculos indican que las estrellas moribundas pulsan a frecuencias sonoras audibles durante una fracción de segundo antes de reventar. “El núcleo más interno empieza a vibrar vigorosamente y, tras 700 milisegundos, la oscilación se hace tan intensa que empieza a generar ondas sonoras de frecuencias entre 200 y 400 Hz, situadas en una octava media de la escala. Estas ondas refuerzan la onda de choque creada por el colapso de la estrella, que acaba por explotar”, explica uno de los investigadores, Adam Burrows.

Definitivamente, aunque en el espacio no se puedan escuchar nuestros gritos, el sonido gobierna muchos de los procesos más increíbles del universo.

RADIO COSMOS FM

Titán sound_on
Debido a que la sonda Huygens estaba diseñada para estar sobre la superficie de Titán dos horas y media, todas las transmisiones de datos debían hacerse en tiempo real. Y esto era un problema para la transmisión de los sonidos puros. La anchura de banda utilizada fue de 480 bits por segundo, mientras que la utilizada por nosotros para descargar archivos de internet es más de 260 veces mayor. Así que el micrófono convirtió los sonidos en sonogramas, diagramas donde se representa el tiempo frente a la potencia y la frecuencia de las señales. Después se convierten en sonidos que podemos escuchar en esta web: http://www.planetary.org/explore/topics/saturn/titan_sounds.html

El sistema solar sound_on
La nave Cassini, al acercarse a Júpiter, ha detectado ondas en el tenue gas de partículas cargadas que llena el sistema solar. Estas ondas son de baja radiofrecuencia y se han convertido en ondas sonoras para poder escucharlas. http://www.jpl.nasa.gov/jupiterflyby/science/rpws.html

Júpiter sound_on
La magnetosfera del gigante gaseoso produce ondas radio que son capturadas por los radiotelescopios. Convenientemente tratadas, podemos escuchar cómo suena la música de este planeta.
http://www.thursdaysclassroom.com/16sep99/sounds4.html

Marte sound_on

¿Cómo sonaría el tosido de una persona en el planeta rojo? Así: http://sprg.ssl.berkeley.edu/marsmic/sound.html
Sol sound_on
Para escuchar el continuo bullir de la superficie del Sol y sus oscilaciones, basta con ir a: http://solar-center.stanford.edu/singing/singing.html

Púlsares sound_on
Imaginen una estrella de cuatro veces la masa de nuestro Sol pero toda ella apelotonada en el interior de una esfera de sólo tres kilómetros de diámetro. ¿Lo tienen? Ahora pónganla a rotar sobre sí misma de forma que en un segundo gire mil veces. La luz de una estrella en condiciones tan extraordinarias como esta no sale de su superficie en todas direcciones, como sucede con el Sol o con una bombilla, sino en dos direcciones privilegiadas, coincidentes con los polos magnéticos de la estrella. Lo que tenemos es una especie faro galáctico en el rango de las ondas de radio. Al observarlo veremos una estrella que se enciende y se apaga unas quinientas veces por segundo. De ahí que se las conozca con el nombre de pulsar, del inglés estrella pulsante. En esta dirección podremos escuchar cómo sonarían los púlsares más brillantes el cielo: http://www.jb.man.ac.uk/~pulsar/Education/Sounds/sounds.html

El mundo con el agua al cuello

Y nunca peor dicho. Según advierten los ecologistas nos quedamos sin agua. El mundo se encuentra en peligro de llegar a lo que ya llaman “el pico del agua”, situación catastrófica donde los países entrarían en guerra por el dominio del escaso elemento. Se prevé que para el 2025 nos estemos arrancando la cabeza para poder beber un sorbo de agua o disponer de algunos litros para las funciones más básicas. Si no ponemos remedio, estamos abocados a una era de tormentos bélicos y sufrimientos hídricos.


La guerra parece asegurada en cuanto se produzca el "pico del agua"No aprendemos. A veces uno se pregunta si en el fondo tenemos merecido todo lo que nos pasa. Arrasamos los bosques del planeta, acabamos con infinidad de especies, ensuciamos la tierra, contaminamos los mares, enturbiamos los cielos. Desatamos guerras químicas, biológicas y nucleares. Reventamos pueblos enteros, pulverizamos ciudades, asesinamos hombres, violamos mujeres y masacramos niños. Y ahora, nos damos cuenta de que también vamos a acabar con el agua, ese recurso que nos parecía infinito e imposible de expoliar. Pues bien, según advierte un informe anual del Pacific Institut de California, el mundo está llegando a unos niveles de saturación de población y una falta de capacidad de ordenar el agua de modo sostenible, que pronto vamos a llegar a lo que han dado en llamar “el pico del agua”. Este término se ha empezado a utilizar recordando el “pico del petróleo”, situación que nos avisa de que mucho antes de que se termine definitivamente el recurso, la humanidad entrará en una peligrosísima fase de agonía donde lucharan todos con todos por agarrar esos últimos litros de combustible que serán carísimos. Y claro, se convierte en una espiral de violencia, en la que todos los países quieren hacerse dueños del escaso bien y aparte de subir meteoricamente de precio por la brutalidad de la demanda, la confrontación por la fuerza está más que garantizada. Este panorama ya ha sido predicho por muchos especialistas y no tardará en hacerse realidad. Dicen que apenas 30 años.




Un simple zumo necesita 850 litros de agua para producirse

Con el agua va a suceder lo mismo. No es que se vaya a acabar de golpe (en los mares existen billones de litros), pero el precio de transformar esa agua en apta para el consumo humano se disparará hasta límites insostenibles, haciendo que sólo los más adinerados puedan acceder a ella. Según afirma Peter Gleick, el director del Pacific Institut de California, la agricultura, la industria y otras demandas, se llevan la mitad del agua dulce del mundo. Sin ir más lejos, un vaso de zumo se naranja “cuesta” producirlo 850 litros, un microchip necesita 16.000 litros para eliminar sus residuos y una hamburguesa gasta 2.400 litros según el tipo de carne y de donde provenga.

Dan Smith, el Secretario General del British-based peacebuilding organisation International Alert dijo: “El agua es una condición básica para la vida. Su disponibilidad y calidad es fundamental para todas las sociedades, especialmente en relación con la agricultura y la salud. Hay lugares - África occidental, el Ganges en la India y el río Brahmaputra en Nepal hoy y en el Perú dentro de los diez años – en donde los cambios importantes en los ríos generan un riesgo de conflicto violento. La buena gestión del agua es parte de la paz".



El falta de agua está presente en muchísimas guerras

David Zhang, un geógrafo de la Universidad de Hong Kong, publicó un estudio en la revista de la Academia Nacional de Ciencias(EEUU) donde analizó 8.000 guerras ocurridas durante más de 500 años de nuestra historia y así concluyó que la escasez de agua ha desempeñado un papel como catalizador muchísimo más importante de lo que antes suponía. Es decir, que lo que ha motivado las guerras quizá no haya sido el agua de un modo directo pero si ha constituido un factor determinante para disparar las hostilidades y meter a las sociedades en un conflicto violento que de otro modo quizá no habría sucedido o lo habría hecho mucho más tarde y de modo menos virulento. "Estamos en alerta, porque esto nos indica que la escasez de recursos es la principal causa de la guerra", dijo. "Los seres humanos definitivamente tienen los conflictos por culpa de eso".



La India o China son países en estado crítico que podrian precipitar una gran guerra

Gleick afirma que aunque parece sencillo despilfarrar el agua como recurso sostenible y volver a reutilizar sin preocuparse de ella porque el ciclo nos parece indefinido, la realidad se convierte en algo mas sombrío cuando nos damos cuenta de que no es la cantidad de agua lo que generará las tensiones sino llegar a ese pico del agua donde los beneficios de la obtención del recurso serán superados por el trastorno ecológico y la dificultad cada vez mayor de conseguir agua de calidad. Dice que una parte muy importante del problema es la enorme ineficacia con que son tratadas las aguas por parte de la industria y la agricultura. Tanto es así que la ONU declara ya que en el año 2025 dos de cada tres personas podrían estar viviendo en condiciones de estrés hídrico. La muerte por deshidratación es una de las más horribles y agónicas que existen, pues morir de sed provoca un dolor de cabeza cien veces superior al de la peor resaca que recordemos porque debido a la falta de agua, el cuerpo se nutre del líquido cefalorraquídeo del cerebro, y por tanto, lo seca. Además, tras dos días sin beber, dejamos de orinar y los riñones se hinchan como un globo, lo que causa un dolor similar a una puñalada; los ojos se secan y endurecen como si fueran de cristal. La agonía dura de tres a siete días.



Si queremos vivir en paz tendremos que tratar mejor a la fuente de la vida

Un informe del World´s Water avisa de la alarmante situación de China, que con su salvaje crecimiento y poco eficaz tratamiento del problema, está generando un peligro enorme para el planeta, amenazando incluso con la estabilidad mundial. Los occidentales creen que los conflictos al otro lado del planeta no les afectan pero nada más lejos de la realidad. Cuando la gran China comience a encontrarse con el agua al cuello ya veremos lo que ocurre con la paz y la concordia universal. En definitiva, que ya tenemos dos “picos” dispuestos a clavarse profundamente en nuestras sienes para dentro de unos 30 años: El del petróleo y el del agua. No somos conscientes del peligro que supone llegar a esta situación de escasez y de la inminencia y gravedad de las guerras que se nos avecinan. Se espera que la ciencia resuelva todo esto, con energías renovables y optimización de los procesos productivos tanto industriales como agrícolas pero ¿y nosotros no tenemos nada que decir? ¿Lo único que podemos hacer es seguir bebiendo zumo de naranja y echarle gasolina al deportivo?




Tabla de litros de agua que se necesitan para fabricar algunos productos

La galería de arte más alta del mundo está en el Aconcagua

La galería de arte más alta del mundo es de un pintor argentino y está en el campamento base Plaza de Mulas del cerro Aconcagua, a 4.300 metros sobre el nivel del mar, donde también montó la estación de internet a mayor altura, que transmite en vivo durante las 24 horas.





El responsable es Miguel Douras, artista plástico y escalador, a quien tras su primera subida al cerro más alto de América le surgieron varios "¿por qué no?", y concretó estas iniciativas que realiza en los meses de ascenso a la montaña, cuando la temperatura promedio oscila entre 10 y -10 grados.




En una gran carpa blanca instala cada temporada, desde hace seis años, su galería de arte "Nautilus", donde ahora hay unas 40 obras sobre el Aconcagua que sorprenden a los montañistas, aunque ya hay muchos -en especial extranjeros- que llegan al lugar con la intención de conocer la exposición.


También instaló una estación de internet, que en su momento fue la más alta del mundo, y creó el sitio www.aconcaguanow.com, al que define como "el único sitio de Aconcagua que no vende nada, que sólo trata de compartir con quienes están abajo y quizás nunca lleguen a estar por acá".


Desde el cerro ubicado en Mendoza, Douras contó a Télam que "primero, me acerqué como cualquier otro andinista a tratar de ascender el Aconcagua, y estando acá me di cuenta que se podían hacer varias cosas, que eran excusas para venir a este lugar en el cual me sentía tan bien".


"En la temporada del '95 -siguió- hice una de las primeras guías de ascensión impresa del Aconcagua, luego me cuestioné cómo podía ser que las únicas postales bonitas las hacía una persona de Suiza, así que comencé a realizar postales".


La otra inquietud del artista, que estudió Bellas Artes, fue "instalar mi galería de arte aquí, y es así que desde aquel momento monto esta galería con muchísimo esfuerzo, subiendo y bajando las obras en mulas, con los riesgos que implica".


Al llegar a la base Plaza de Mulas, se nota la mano del artista en el exterior de su carpa, decorada con leyendas y carteles que anuncian a los montañistas -en inglés- que ahí hay teléfono e internet para saludar a sus amigos desde el sitio de Douras.


A un par de metros, un poste indicador de distancias señala con sus flechas las direcciones y kilómetros hasta lugares como Ushuaia, Nueva York, Moscú y Wellington, entre otros.


Dentro de la carpa, de unos diez metros por tres, expone sus cuadros, inspirados en el Aconcagua y alrededores, y en los ratos libres crea más obras, de las que ya cuenta con un centenar.


"No hago muchas por temporada -aclara-, se acerca mucha gente a mi campamento y, aunque parezca extraño, me cuesta encontrar momentos de tranquilidad para trabajar. Esta temporada tengo tres trabajos empezados, realizo entre cinco y 10 aproximadamente".


Pero no olvida que llegó a Plaza de Mulas como escalador, por lo que "cuando va terminando la temporada y hay menos gente, trato de escaparme a algún cerro o algún lugar por los alrededores, que los hay bellos y poco concurridos, y si da, hay buen tiempo y algún compañero, me voy para arriba" Sus inquietudes no terminan con la galería de arte, ya que "esta temporada tenía muchas ganas de colgar una 'webcam' en altura (a unos 6.000 metros) pero se vinieron abajo los posibles sponsors", lamentó.


"Sin embargo -agregó- conseguí el apoyo de la compañía alemana Mobotix, que luego de varios mails creyó en mí y me envió una cámara, que es la que estoy utilizando ahora, que funciona hasta a menos 40 grados".


Sobre este tema, comentó que "me gustaría que alguna bodega mendocina auspiciara mi galería de arte; las bodegas están muy vinculadas al ambiente artístico; me gustaría que mis trabajos queden en Argentina, pero la realidad es que casi todos van para el exterior".


Sobre las vivencias y anécdotas, sostuvo que "las cosas feas son las que uno recuerda aquí, los accidentes que ocurren cada año y que algunas veces se cree que se pudieran haber evitado, pero por sobre todo quiero destacar la solidaridad y el 'espíritu colectivo' que hermana a los que estamos por aquí".

¿Es peligroso el turismo espacial?

El pasado 28 de septiembre, el Falcon 1 se convirtió en el primer cohete de capital privado que lanzaba turistas a 500 km de la Tierra en un vuelo suborbital.


La nave de la Virgin Galactic deberá soportar una velocidad de entrada a la Tierra de 29.000 km por hora al regresar a la Tierra. Esta velocidad genera una temperatura de 1.400 0C. Así, la reentrada se convierte en una de las situaciones más críticas del vuelo suborbital.

El pasado 28 de septiembre, el Falcon 1 se convirtió en el primer cohete de capital privado que lanzaba turistas a 500 km de la Tierra en un vuelo suborbital. Y al hacerlo, le pisó los talones a Virgin Galactic, que ya tiene una lista de espera de centenares de millonarios excéntricos. Pero?los vuelos suborbitales en naves civiles, ¿son tan seguros como aquellos gestionados por una agencia espacial estatal? Estas “excursiones” tienen varios momentos críticos. Si el despegue es vertical y falla un motor, la nave no puede abortar. Pero si es horizontal, hay una opción: regresar a la pista. Durante el vuelo podría fallar la presurización, y quienes no lleven un traje que contrarreste los efectos de la presión por encima de los 10 km de altitud tienen los segundos contados. Otro instante crítico es la reentrada a la Tierra:?la nave no cuenta con asientos eyectores, pa­ra casos de emergencia. Finalmente, ¿qué ocurre si hay que realizar aterrizaje de emergencia en otro país? Hasta ahora, los gastos de repatriación son del país en el que “caen”, pero con los vuelos privados, los gobiernos quieren cambiar esto. ¿Podrán hacerlo?



La atmósfera actúa como un escudo de protección contra los objetos que son atraídos por la gravedad terrestre. Sin ella, el daño que podrían causar sería enorme. Para dar una idea, el punto de esta “i” descendería a la Tierra a una velocidad de 40.000 km/h, y sería capaz de perforar, él solito, el techo de un automóvil

El mapa que 'usó' el abuelo





Cada vez son más los estudios que sugieren diversas posibilidades para la salida de África de los actuales humanos. El año pasado, la revista Science publicaba una investigación en la que se sugería una nueva ruta de distribución.

En concreto, sus responsables explicaban que el hombre moderno pudo haber llegado primero a Rusia por el oeste de Asia, atravesando el Cáucaso hace 45.000 años. Para llegar a esta conclusión, los investigadores utilizaron herramientas, adornos personales y de marfil hallados en un asentamiento en Kostenki, al sur de Moscú. Hasta ese momento, se creía que los primeros hombres modernos europeos vivían en la parte centro-sur, por lo que habrían llegado hasta allí por la costa este del Mediterráneo.

Qué nuestros antepasados modernos vienen de África nadie parece ponerlo en duda. Que vinieron sólo a través del Valle del Nilo sí. Un grupo de investigadores internacionales ha sugerido otras posibles rutas, ya que han descubierto que el Sahara era mucho más húmedo en la época en la que se pudieron dar las migraciones.

En este sentido, los restos fósiles hallados hasta la fecha indican que el hombre actual surgió en el África subsahariana hace entre 150.000 y 200.000 años, aunque no fue hasta hace 60.000 o 50.000 años cuando empezó su viaje a otros continentes. La ruta sahariana, ahora sugerida, no se consideraba por las grandes dificultades de atravesar este desierto a pie.

Sin embargo, el nuevo estudio, publicado en la revista PNAS, utiliza imágenes por radar y análisis geoquímicos de sedimentos para sugerir un “corredor húmedo” que pasaba por Libia como posible ruta de nuestros antepasados. Anne Osborne, de la Universidad de Bristol, y autora principal del estudio, explica que han descubierto “canales fósiles de ríos que atravesaban el Sahara en Libia y discurrían por el norte del Sahara central hasta el Mediterráneo”.

Y es que la investigación paleontológica no está ni mucho menos muerta. Desde el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, en Leipzig, ya han anunciado que trabajan para descifrar el genoma completo de los neandertales de aquí a dos años. Por el momento, ya han secuenciado su genoma mitocondrial. Aunque no hay evidencias de que neardentales y sapiens pudieran mezclar sus linajes, tampoco se descarta. Y entre las explicaciones de su desaparición, empieza a cobrar importancia la idea de que esta especie llegara a su empobrecimiento genético.