Los datos analizados revelan que la tasa de mortalidad en estos 86 años ha sido de un 1,3%, y que la mayoría de los montañeros fallecidos mostraban síntomas como la confusión, la pérdida de coordinación física e incluso pérdida de conocimiento. Todo ello apunta al edema cerebral, es decir, la ruptura de los vasos sanguíneos del cerebro debido al exceso de altura. Sorprendentemente apenas se han registrado fallecidos por avalanchas o desprendimientos del hielo, especialmente en las últimas décadas. Por otra parte, los investigadores han comprobado que entre los sherpas que viven en las faldas del Everest y que normalmente acompañan a los alpinistas, el número de fallecidos es mucho menor. “La mayoría de los sherpas nacen y pasan su vida a gran altura, por lo que están mejor aclimatados”, subraya el artículo publicado en BMJ, donde manifiestan su interés por estudiar a fondo la fisiología de estos individuos. |
jueves, 11 de diciembre de 2008
Los muertos del Monte Everest
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