Parece extraño, pero algunos aditivos agregados a nuestros alimentos pueden proporcionarnos unos cuantos puntos más de coeficiente intelectual. Un plan elaborado a nivel mundial, llamado "The Micronutrient Initiative," ha logrado elevar la inteligencia promedio de Pakistán en más de 12 puntos con solo poner yodo en la sal de mesa.
Está comprobado: es posible hacerse más inteligente incorporando yodo a la sal que consumes con tus alimentos diarios. Así lo demuestra “The Micronutrient Initiative” (algo así como "La Iniciativa de Micronutrientes"), un plan para impulsar el consumo de este aditivo. La iniciativa ya ha demostrado su efectividad en Pakistán, donde el coeficiente intelectual promedio ha aumentado entre 12 y 13 puntos. The Micronutrient Initiative nació en Canadá e intenta promover el consumo de sal yodada en países donde la carencia de yodo crea una serie de problemas graves, como trastornos en el desarrollo intelectual del individuo o, en el peor de los casos, bocio. Pero, ¿es realmente una buena idea jugar con nuestros cerebros incorporando aditivos a nuestra dieta, incluso si es por una buena causa? La mayoría de los países en el mundo ya han respondido a esa pregunta con un rotundo "sí".
Sin embargo, algunos expertos aseguran que, por si sola, la sal yodada no es capaz de "mejorar" las capacidades del cerebro, sino que simplemente las normaliza. Es decir, si eres una persona perfectamente “normal”, no obtendrás ningún beneficio atiborrándote de yodo. Aunque si tienes alguna deficiencia, posiblemente puedas obtener un “bonus” gracias a su consumo. Pero el investigador Anders Sandberg, de la Universidad de Oxford, señala que en la práctica hay muy poca diferencia entre mejora y normalización. “Es probable que en nuestra historia, la deficiencia de yodo nos haya acompañado siempre. Pero las poblaciones de las zonas que la han sufrido, y que incluso han manifestando problemas como bocio o retraso mental, han logrado salir adelante. El problema no ha impedido a gran parte de la población alcanzar su pleno potencial, generación tras generación”, asegura.
La primera cuestión a abordar es qué se considera como “normal”. Más de dos mil millones de personas no consumen la cantidad de yodo que en The Micronutrient Initiative consideran adecuada. Eso representa poco menos del 40% de la población mundial. Si estas personas encuentran su capacidad intelectual disminuida por esta carencia, y estando los números tan parejos, es difícil decir qué es lo normal.
Pero todos sabemos que ser más inteligente tiene sus beneficios. Por ejemplo, Sandberg exhibe datos que muestran como cada “punto extra” del coeficiente intelectual de una persona le proporciona, como mínimo, un aumento del 1% en sus ingresos. De hecho, si se comparan los CI con el PBI de diferentes paises, esta relación es incluso más fuerte. Si lográsemos aumentar en unos 10 puntos la inteligencia de esos dos mil millones de personas, estas obtendrían una renta un 10% mejor de la que perciben actualmente. Y el escenario podría ser aún mejor, ya que no se han tenido en cuenta los efectos que las enfermedades relativas a la carencia de yodo (como el bocio) tienen en la población.
La administración de suplementos de yodo puede ayudar a las personas aumentando su nivel de vida, mejorando su salud y capacidad mental. Además, es barato y seguro de utilizar. Teniendo todo esto en cuenta, resulta muy difícil argumentar en contra de su uso, incluso si es un aditivo artificial (y a la mala prensa que se les ha dado en el transcurso de los años). Algunos sostienen que no es ético “obligar” a todo el mundo a medicarse mediante el consumo de alimentos básicos. Por eso, en paises como Australia la sal yodada puede encontrarse en las tiendas, al lado de la sal común. Así, cada uno es libre de elegir qué consume.
Pero en aquellos lugares donde la falta de información, o de dinero, hacen que esta sea la menor de las preocupaciones de la población, lo “no ético” es no sumistrar la solución mediante medidas oficiales, como la que lleva a cabo The Micronutrient Initiative. ¿O será que los que se preocupan por lo ético del asunto son los que más tienen que perder ante una población más inteligente? Imposible saberlo, lo que sí se sabe es que en países que no se pueden considerar pobres, como España y Alemania, la deficiencia de yodo es alarmante.
Por lo pronto, parece que tenemos una oportunidad única de disminuir, al menos en parte, la brecha que separa la mitad más rica del mundo de la mitad más pobre. Esa mejora del 10% en los ingresos podría significar, para mucha gente, la diferencia entre la vida o la muerte. ¿Y quién puede considerar tal cosa como poco ético?
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